No
es ni una voz, ni tampoco delirio, es la una salida que pensamos que existe en
ese preciso momento, es algo que no te deja pensar, que la escapatoria es la
muerte.
Que lo demás, que más nos dan, solo queremos sanar el dolor, dejar de
sentir ese fuego en el interior, todo aquello que quema de lo cual nos queremos
deshacer.
Mi
suicidio, tantos imaginativos como reales, Yo no pienso en las consecuencias,
solo en mí, me he cortado las venas
tanto que al tocar mis muñecas las siento tan sensibles, es como si
todavía estuviera la herida ahí a flor de piel.
He
tomado pastillas esas que solo te hacen dormir un rato, he tomando más de la
que indica el doctor, pero no entiendo por qué nunca pasa nada, me intentado
ahogar pero no lo tenido existo. Me he drogado, he tomado los riesgos que he
podido y nada sucede es como si alguien me estuviese cuidando.
Me
he imaginado mi muerte tantas veces, tirándome de un edificio, que me arrolla
un automóvil, que me ahorco, que por fin llegara el día en que las patillas
hagan efecto.
Suicida
siempre seré, me corto las veces que no tengo salida, mis brazos tienen huella
de eso, pero admito que me encanta sentir esa sensación, ver mi sangre recorrer
mis brazos.
Todo eso es momentáneo es como si alguien ajena a mí lo hiciese y
al terminar esa fase me arrepiento y me critico él porque del hecho, es como si
no fuera yo al hacerme esas heridas.